Materias primas críticas y Europa: Lo insostenible del lado verde de las cosas.

R que erre

Hace mucho que venimos predicando la importancia de las materias primas críticas en este blog, pero es ahora más que nunca, cuando más revuelo mediático están generando y parece que es ahora cuando más está permeando y calando en la sociedad como una materia de interés y preocupación.

Por un lado, que actualmente se hable tanto de materias primas críticas es algo positivo, pero por otro, el cómo lo está haciendo es de debida preocupación, por eso hoy os traemos este nuevo artículo, hoy hablaremos de materias primas, de Europa y de lo insostenible del lado verde (o supuestamente verde) de las cosas.

En primer lugar, hay que conocer adecuadamente de que estamos hablando; ¿Qué son las materias primas críticas?

Como sabemos, las materias primas son los elementos primarios, con los que tras su refinación, procesado y uso, fabricamos otros productos derivados de mayor utilidad y valor, por ejemplo, la madera es la materia prima con la que haríamos una mesa, un derivado.

Pues bien, las materias primas críticas parten desde ese concepto pero con una peculiaridad, son importantísimas para la industria, especialmente en la electrificación y digitalización de la sociedad moderna, de tal forma que son una parte necesaria y condicionante, al no tener sustitutivos de uso eficientes.

Es decir, son materias primas críticas, en tanto que su ausencia nos impide fabricar la mayoría de productos que la economía y la vida moderna requieren, desde teléfonos y ordenadores hasta placas fotovoltaicas y aerogeneradores.

Pero es que además de esa gran importancia, son materias primas críticas no sólo por sus usos, sino también por su disponibilidad limitada y el alto riesgo de suministro que tienen, especialmente para Europa, que carece de grandes reservas de las mismas o tiene dificultades para su explotación.

Este conjunto de materias primas críticas, esta definido por la Unión Europea en base a estudios de realización periódica donde consideran la importancia y la disponibilidad de los recursos necesarios en los procesos productivos de varios sectores y lo cierto es que cada nuevo informe que se realiza, supone que el número de materias primas consideradas críticas aumenta, lo que pone de manifiesto no sólo la poca disponibilidad que tiene Europa de los mismos, sino además su creciente importancia.

Pero ¿realmente son tan importantes? La respuesta es simple; sí. La economía moderna está en gran medida digitalizada y electrificada, por ejemplo todo el mundo tiene un teléfono móvil, otros muchos un ordenador, otros tantos un coche eléctrico, es decir, la economía pasa por depender cada vez más de máquinas eléctricas y de procesamiento digital de datos y servicios, además cada vez es mayor el peso de las renovables en la generación eléctrica y esto se da porque cada año crecen el número de renovables instaladas y como ya hemos dicho, Europa carece de la mayoría de las materias (o de las reservas suficientes) necesarias para fabricar todo eso.

De hecho, es tal el grado de digitalización de la economía y la dependencia de la industria para con el exterior, que con que falte una pequeña parte de los materiales o piezas de las que son necesarias para los dispositivos electrónicos, se pone en jaque a todo el sistema económico y ello es algo que aunque suene muy exagerado, es bastante real, el ejemplo más reciente lo tenemos con la crisis de los semiconductores y los cuantiosos (y costosos) efectos que tuvo.

Así pues, minerales como el galio, el litio, el tungsteno, el tantalio, el níquel, el berilio o la fluorita entre muchos otros, son los llamados minerales críticos o materias primas críticas.

Además el problema no es únicamente que se digitalice la economía, sino que transicionar a la misma contempla un consumo creciente de recursos minerales, especialmente de estas materias primas críticas, que no son sólo escasas sino que además contemplan un uso intensivo.

En especial, el sector de la movilidad eléctrica es el que resulta más preocupante, por ponerlo en perspectiva, se prevé que el vehículo eléctrico sea directamente responsable del 90% del aumento de la demanda de algunos de estos materiales en España, desde aquí hasta el 2040.

Lógicamente, vemos como el hecho de reducir el consumo de fuentes de energías no renovables, como los combustibles fósiles, supone aumentar el consumo de minerales críticos, que son necesarios para estas nuevas tecnologías renovables.

Es decir, Europa está transicionando de una relación de dependencia energética de los combustibles fósiles de los que carece, hacia otra relación de dependencia de las materias primas críticas de las que también carece (al menos, a día de hoy), esto es lo que se llama la paradoja energética.

Y ello no es baladí, porque el problema es muy grande y preocupante y hay riesgos serios de que se den “apagones” de materias primas, es decir, que se den momentos en los que no se disponga de alguno de los minerales críticos y se paren las cadenas de producción al no haber sustitutivos.

Además hay que tener en cuenta que las energías renovables evidentemente en su vida útil y uso emiten muchísimas menos emisiones de carbono que otras fuentes de energía, no obstante esta reducción se da a costa de un mayor uso de minerales, para lo que si que se emiten gran cantidad de gases de efecto invernadero y otros contaminantes que se vierten al medio durante el proceso de extracción, refinación y transporte de los mismos.

De ello es importante que entandamos, que las energías renovables, no son 100% limpias, siempre llevan algo de contaminación asociada, pero son preferibles a las energías fósiles pues aun así contaminan menos.

No obstante, habrá que vigilar los procesos de extracción, refinado y transporte de los minerales críticos y aquí es donde entra el concepto de Thanatia y el de exergía que os hemos explicado en este otro artículo: Thanatia, o el expolio irracional de los recursos naturales

Es importante tenerlo en cuenta, pues conforme más pase el tiempo, mayormente agotadas se encontrarán las minas y los yacimientos minerales donde hay gran concentración del mineral deseado, es decir, si bien las minas son puntos de alta concentración y valor exergético, a más pasa el tiempo y conforme los recursos de las minas se extraen, menor es su valor exergético y mayores los costes en términos de energía (y por lo tanto mayores emisiones de carbono y costos económicos) relativos a su explotación.

Concluyentemente, no es sólo que las materias primas críticas sean ahora mismo de limitado acceso, sino que además con el paso del tiempo, la accesibilidad a esos recursos será cada vez más reducida y costosa y por ende contaminante.

¿Y qué se puede hacer para paliar esta situación? En definitiva, vivimos en un planeta de recursos finitos y tenemos un sistema económico que contempla el crecimiento infinito, con lo que el principal escollo para atajar y solucionar la situación es el actual sistema económico basado en el consumo lineal.

La primera de las medidas que nos debemos plantear es el cambio de sistema, a un sistema de consumo circular o espiral, donde en vez de consumir y tirar, consumamos, usemos y reintroduzcamos en la cadena productiva el bien una vez haya acabado su vida útil, para poderlo reciclar o reutilizar o eventualmente reciclar sus materiales.

A parte de eso, es clave que el consumismo se desincentive progresivamente y que aumentemos la vida útil y el uso que le damos a las cosas, por ejemplo (y como también os contábamos en otro artículo), con medidas de alargascencia, como aumentar la vida útil de ordenadores y teléfonos móviles.

De manera concreta, aumentar la vida útil de los teléfonos móviles y de los portátiles en un año y medio, supondría ahorrar la extracción de hasta 5 toneladas de oro hasta 2040  y suponiendo que se aumentase únicamente en un año la vida útil de los teléfonos, se ahorrarían 29 toneladas de litio de aquí a 2040, lo que es equivalente a 4.000 baterías estándar de un coche eléctrico, además de otros ahorros energéticos.

Por lo tanto, urge el cambiar el modelo económico actual y sensibilizar a la sociedad sobre la importancia de redefinir los hábitos de consumo.