A, E, I , O , U

Por Antonio Valero

Importa la gente. Somos gente. Nuestra vida y nuestra felicidad dependen de pocas cosas, pero importantes. Como todo ser vivo que quiere sobrevivir, necesitamos alimentarnos, defendernos de las amenazas tanto naturales como de las creadas por nuestra propia sociedad, un refugio donde vivir, reproducirnos y morir dignamente. Y como seres humanos necesitamos tener una escala de valores con la que podamos desarrollarnos como personas, creer en algo, unos tendrán valores religiosos, otros éticos, otros estéticos y los más, una colección variada de los anteriores. Y como seres humanos necesitamos crear, construir, trascender. Hacer que aunque la vida sea fugaz no lo sea lo que hayamos creado. Desde que era adolescente siempre me fascinó la proximidad ¿sólo lingüística?, en el idioma castellano, de las palabras: Creer, crear y criar. Pues eso, somos eso, y queremos ser eso. ¿Es tan difícil?

energía solar
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La felicidad ni más ni menos. Y nadie pide que se consiga gratis, estamos dispuestos a trabajar por ella. Mientras que el equilibrio estático- aquí nadie se mueve- es la muerte o lleva a la muerte, un equilibrio dinámico- como quien conduce una bicicleta- es la vida. Es decir pequeños desequilibrios que con el andar se compensan, pero que nos hacen progresar. No existen los paraísos terrenales que los regímenes políticos nos han prometido a través de la historia. La gran crisis fue consecuencia de que todos pensábamos que la prosperidad financiera, intereses elevados a nuestro dinero, operaciones pelotazo, y que “aquí lo que sobra es financiación” eran falsas promesas. Que el “ganas tú-gano yo” (win-win) no existe, que siempre alguien pierde. Y en la mayor parte de los casos quien pierde no está en la mesa. Y si el dinero podía crecer a un 6% anual, ni los recursos de la tierra, ni la agricultura, ni los combustibles fósiles, ni la energía del sol que nos da la vida pueden crecer a nuestro antojo para compensar nuestros deseos.

El resultado es que en menos de una generación hemos saqueado nuestra propia casa, cual desquiciado drogadicto en su último recurso. Ninguna generación anterior y ninguna posterior habrán sido tan destructoras como la nuestra. Es ese el legado que les vamos a dejar a nuestros descendientes. El “hybris” de los antiguos griegos, es decir la desmesura, se ha instalado en nuestra sociedad como norma. En vez de buscar el equilibrio, queremos impactar socialmente en busca del gran reconocimiento, con grandes desequilibrios, grandes obras a mayor gloria política, empresarial o social, sin importar los impactos físicos. El orgullo de hacer algo grande no importa si su balance haya sido constructivo o destructivo. Sobran ejemplos. Tontestosterona, como dice mi hermana.

En la búsqueda de la realización humana está bien que aprendamos a liberarnos de los trabajos pesados. Así que las máquinas y la tecnología van sustituyendo a los empleados en los trabajos más simples y repetitivos, pero ellas nunca podrán sustituir a los que diseñan las máquinas. El cerebro humano es la máquina más eficiente que existe y nuestra ignorancia es tal que ni siquiera nos damos cuenta de ello. Una persona con hambre, o con necesidades vitales insatisfechas es una pérdida irreparable para nuestra sociedad. ¿Qué pensaríamos de una fábrica que produjera televisores y más de un 60% los achatarrara sin salir de la fábrica? Eso es lo que hacemos mundialmente con la mejor máquina que conocemos: el cerebro humano. La tecnología es necesaria pero no es suficiente. Necesitamos ética, que no es mas que ser más eficientes con el respeto social a los seres humanos y no humanos.

Necesitamos ver desde lejos, tener visión, ser visionarios. En vez de consumir sólo una vez los recursos que la madre Tierra nos regala, poner inteligencia en aprender a utilizarlos muchas veces. Utilizar las energías que nos vienen del sol, porque ni un solo día de los millones de años que lleva la Tierra rodando por el universo, ha fallado el sol con su energía ni en cantidad ni en calidad, y por eso la vida sigue. Necesitamos cuidar lo que hay, y lo que hay es la biodiversidad, la geodiversidad y la sociodiversidad. Y hay que respetarlas y mejorarlas. Ese el camino. O esto o la destrucción en un plazo cada vez más definido y cada vez más asegurado. Y de aquí deben salir los puestos de trabajo y la felicidad de los ciudadanos. La sociedad que antes comprenda esto, antes encontrará su equilibrio. Hay que poner a trabajar a la gente en la eliminación del despilfarro, no en su fomento. Hay que promover la investigación y el conocimiento, no castigarlos justo en los momentos que más los necesitamos. Hay que enseñar a la gente, tanto en valores como en tecnologías. Hay que abominar y castigar la corrupción. Hay que cuidar a la gente, a la naturaleza y a los desheredados. Hay que proponerse socialmente metas objetivas que no sean bellos discursos políticos hechos para la autosatisfacción de quien los proclama. Aclararse qué queremos ser y poner los medios para serlo. Exigir su cumplimiento. Profundizar en la democracia, porque somos gente y gente que piensa.

Ingenios que creen, crean y crían. Que se merecen respeto y dignidad. Hay que hacer que los mejores sean legión.

Para que los bellos deseos no sean cantos al sol deben tener detrás un programa de acción. Cuando uno investiga, convierte sus conjeturas en teorías bien validadas, que luego se convierten en aplicaciones y al final generan puestos de trabajo e impuestos. Cada pregunta abre muchas nuevas y la búsqueda del conocimiento y su contribución a la mejora de su entorno no tiene fin. Investigar, como lo hacemos en el Instituto Circe, en energías renovables y eficiencia energética, nos ha dado un sentido muy agudo de responsabilidad social y aún no buscándolo, de liderazgo. Investigar significa rebuscar. Nosotros, como los más pobres, rebuscamos en la basura (hoy llamada residuos sólidos) y encontramos petróleo, pero también mucha miseria, no sólo en el sentido de pobreza, sino en el sentido de los intereses más abyectos. Y rebuscamos en el sol y en los despilfarros. Y hacemos números. No hablamos, hacemos y calculamos. Y aparece no sólo la ciencia sino la consciencia y la conciencia. Y aunque faltan fondos, crecen los intereses y vienen los recién llegados -expertos de toda la vida-, hay que tomar la parte positiva y tirar un poco más del carro. Es nuestra responsabilidad.

Como país, debemos ponernos metas concretas. Ciudades sostenibles, coches verdes, producción renovable, racionalización de los consumos de energía, de agua y de materias primas, fomentar la cooperación y el desarrollo empresarial en estos temas, mejorar el cuidado de la gente, de los necesitados, hacer de la educación y la formación ética y tecnológica la guía de todo gobierno. Cooperar al desarrollo de los que más lo necesitan. Mejorar la justicia y perseguir la corrupción y las desmesuras. Que el conocimiento llegue fresco a los que toman decisiones. Y ser punto de referencia internacional en estos temas. Se puede. Hay muchas empresas, instituciones y entidades que lo están deseando. No es cuestión de dinero sino de visión a largo plazo. Ser productivos y proactivos. Y entretanto: Negavatios, Ecovatios y Equivatios.

Artículo «A, E, I ,O, U» de Antonio Valero Capilla, Director de Instituto Circe de la Universidad de Zaragoza y Miembro Pleno de The Club of Rome.