La energía solar es la madre

Por Antonio Valero

La energía solar es la madre de todas las energías. Todos los ciclos naturales se mueven con ella, y ese movimiento da origen a las diferentes energías renovables como, la energía hidráulica, la eólica, o la biomasa y otras. Aunque multiplicáramos por mil los consumos humanos actuales, la energía solar disponible no se agotaría. Es una cuestión de tecnología, economía y voluntad política. Si la energía solar mantiene la vida en este planeta, ¿porqué no va a poder mantener a los seres humanos también? El problema es que el ser humano ha hecho trampas con la naturaleza en el siglo XX y aún más acelerado en lo que llevamos del XXI, y ha preferido quemar los combustibles fósiles que son energía solar acumulada durante millones de años, en vez de desarrollar tecnológicamente las necesidades crecientes de energía conforme se iban necesitando.

energía solar
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Hemos creado un monstruo social que vive de las rentas en vez de vivir de lo que se produce día a día. Necesitaremos quizás todo el siglo XXI para volver al sol. Y será esto o no tendremos futuro como especie en la tierra. En menos de 50 años habremos agotado todas las reservas o éstas estarán en franco declive. La demanda de energía, agua y materiales no deja de crecer a pesar de que hoy hemos quemado la energía fósil que ha sido necesaria para mover todo el siglo XX y las dos primeras décadas del XXI. A pesar de la certeza de que queda menos, en vez de moderar el consumo, lo estamos acelerando. Como no hay agua suficiente, planteamos desalar consumiendo más energías fósiles, y la extracción de minerales y combustibles fósiles necesitan cada vez más energía por unidad de material extraído, ya que las mejores minas y pozos se han ido agotando. Y ello sólo es una parte del problema, el otro es el cambio climático al que nos estamos viendo sometidos por esos excesos. Sólo volviendo al sol hay esperanza. Un siglo de excesos en el despilfarro y nuestra irresponsabilidad energética necesitará quizás más de un siglo de reparaciones. Y no es seguro que las reparaciones puedan surtir efecto. Algunas serán irreversibles.

Necesitamos el sol para reparar el daño, y cuanto antes mejor. Es claro que los últimos 120 años nos han permitido acelerar en el desarrollo tecnológico. Muchas cosas, quizás las más básicas como la electricidad o el transporte motorizado no habrían sido posibles sin los combustibles fósiles, por ello un punto de vista conciliador en la visión del hombre sobre el planeta sería que hemos tomado prestado éstas energías para acelerar el desarrollo, porque contrariamente a lo que se cree, las energías renovables, y por ello tradicionales, requieren una tecnología mucho más avanzada que el uso de las energías convencionales. La oferta energética del sol es variable, con la latitud, con la estación, con el día y la noche. Lo mismo pasa con el viento, la biomasa y todas ellas. Hay que aprender a almacenarla ya que nuestra demanda no coincide con la oferta que el sol directa o indirectamente nos provee. Tenemos que aprender a integrarlas, a hacer sistemas baratos y ubicuos. Hay que aprender a mejorar su eficacia. Ello requiere mucha investigación, toda aquella que aún no se ha hecho, y una fabricación masiva que la convierta en económicamente alcanzable para todo el mundo. Cuanto más tarde se den estas condiciones más difícil será gestionar los peligros medioambientales y sociales a los que el mundo se enfrenta en éste siglo. Las guerras por los recursos escasos o las catástrofes medioambientales van a ser comunes en éste siglo. Aunque parezca poco evidente hoy, invertir masivamente en energías renovables es la mejor manera de invertir en la paz y en un futuro sostenible de la humanidad en el largo plazo.

Algún día no muy lejano, veremos desalar agua del mar con energía eólica, o hacer que el agua de los ríos fluya al revés -de embalse abajo a embalse arriba- para almacenar la energía, mejorar los riegos y laminar inundaciones. O que nuestras casas no sólo serán autosuficientes sino que podremos exportar energía a la red, o transportar la energía con corriente continua, ya que ésta es la que hace funcionar a los ordenadores o a los automóviles. O ver los vehículos eléctricos funcionando con la energía recolectada del sol. O utilizando los residuos vegetales para calentarnos y producir materias primas que sustituyan al petróleo. Es mucho lo que falta.Pero o el mundo sueña con negavatios, ecovatios y equivatios o no veo el futuro. El mundo requiere un golpe de timón.

Artículo «¡Comprad maldit@s, comprad!» de Antonio Valero Capilla, Director de Instituto Circe de la Universidad de Zaragoza y Miembro Pleno de The Club of Rome.